Como te Llamas?

Por el Pastor Ismael Parrado “Movimiento Misionero Mundial
Estudiando el sagrado libro de Dios la biblia, nos encontramos con pasajes que nos sorprenden por su profundidad, su grandeza y el derroche de sabiduría que el Padre ha depositado en cada uno de ellos.
Detalles históricos enriquecen nuestro conocimiento y principios de ética encontrados en sus páginas nos ayudan a ser mejores personas cada día.
Sin embargo hay algo en lo que poco nos fijamos y es en los nombres que aparecen en la Biblia.
Son variados, curiosos y hasta extraños a nuestro intelecto, obviamente por tratarse de nombres que tienen que ver con la cultura hebrea, en donde los nombres no se colocaban porque a los padres les parecía un buen nombre, o porque les recordaba a un ídolo deportivo, artístico o político, sino porque querían plasmar en el nombre de ese hijo, un deseo, un sentir, una promesa y en ocasiones hasta una profecía.
En nuestras lecturas tropezamos siempre con los nombres de personajes que hacen parte de la historia sagrada y que nos son familiares, tales como David, Moisés, Abraham, Josué, Pablo, pedro y hasta algún nombre extraño como aquel que tuvo que llevar el hijo del profeta Isaías: Maher-salal-hasbaz
Sin embargo muchas veces encontramos personajes de la Biblia de los que ni siquiera se menciona su nombre como es el caso de aquel profeta que vino y profetizo sobre el altar de Jeroboam o que son mencionados una o dos veces, como en el caso de Julio, que su nombre se menciona solamente dos veces en un capítulo de las escrituras, que nunca más vuelve a aparecer en el panorama histórico de la Biblia pese a haber realizado un acto importante, pero que su historia y ejemplo quedaron para la posteridad.
¿Quién era Julio? El libro de Hechos de los apóstoles 27:1, nos dice que Julio era un funcionario romano, más exactamente un centurión de la compañía romana Augusta, a quién le correspondió ser el responsable de un grupo de prisioneros que desde Cesarea habrían de ser trasportados hasta Roma donde serían Juzgados.
Dentro de ese grupo de prisioneros se encontraba Pablo, quien fue el que se convertiría en la fuente de fortaleza anímica y espiritual en los días en que aquella nave estuvo a merced de los vientos huracanados que la azotaron.
Pero antes de salir a aguas profundas del mediterráneo, la Biblia da dos detalles acerca de este hombre, Julio.
Fue delegado como el responsable de que aquellos presos llegaran seguros hasta Roma su destino final.
Al llegar el barco a Sidón, Julio permitió a Pablo descender del barco, ir hasta donde estaban sus amigos y ser atendido por ellos.
En ese sentido el registro bíblico dice que pablo, fue tratado humanamente por parte de este centurión llamado Julio. A partir de allí su nombre no vuelve a aparecer, pero este acto quedó registrado para siempre en las memorias del cielo.
Meditando en esto pienso cuantas veces nos preocupamos por que nuestro nombre y nuestra imagen estén en un lugar de relevancia humana, tratando de que que con el paso del tiempo las cosas buenas que hayamos hecho no se pierdan de la memoria por otros actos que vengan a reemplazar nuestras acciones, dejándonos en el olvido.
Esta forma de pensar y este sentimiento es el que hace que muchos caigan en un conformismo derrotista y dejen de hacer lo que deben hacer pensando en que serán olvidados.
Sin importar cuál sea nuestro nombre, ni nuestro prestigio humano que hayamos de alcanzar, en cada uno de nosotros Dios ha puesto algo para hacer y no debemos dejar de hacerlo.
Todas estas ideas brotan de la necesidad de ser reconocidos y aceptados dentro de una cultura que cada vez más se aleja de Dios y nos convierte en hombres egoístas y carentes de sensibilidad humana.
Sin embargo vemos en Julio aquel centurión romano que cumplió con su tarea y que hizo gala de algo que los soldados romanos no tenían por costumbre tener. Gestos humanitarios.
Este hombre los tuvo con Pablo y su nombre quedó perpetuado en el libro más importante que se haya escrito sobre la tierra. La Biblia.
Quizá tu nombre no vaya a ser recordado en la tierra o si se reconoce por un tiempo, pronto nuevas cosas aparecerán y borrarán lo que hayas hecho por trascendente que esto sea.
Sin embargo en los anales celestiales, se recordará siempre lo que hagas y el reconocimiento será eterno.
No dejes de hacer lo que tengas que hacer pues es Dios quien pone en tu corazón hacerlo
Esta nota podría haberse dejado de escribir, si en la mente del autor, se hubiera anidado el pensamiento de que quizá nadie la iba a leer. Sin embargo la estás leyendo y Dios está poniendo fuerzas a tu corazón para seguir adelante, sirviendo y haciendo lo que tengas que hacer para la gloria de Dios.
Que el Señor te bendiga
Ptor. Ismael e. Parrado P.

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