14 ene 2014

Una Fe que Insiste y Desenmascara

En los recorridos que Jesús hizo por el territorio de Israel, en varias ocasiones se encontró con situaciones que supo aprovechar para mostrar su misericordia, su poder y su capacidad divina para cambiar las cosas, haciendo que todos los que tuvieron la bendición en aquel entonces de caminar a su lado se sintiesen cubiertos de una forma completa y segura, solamente estando al lado del maestro.
Es así que vemos como la gente se acercaba y recibía del Señor las respuestas a los pedidos que traían todos aquellos que sedientos y hambrientos de un milagro se acercaban hasta los lugares en donde el Señor se detenía o por donde pasaba en sus jornadas de evangelización.
Vemos a Bartimeo que recobró la vista cuando vino corriendo al maestro, también recordamos al leproso que le dijo al Señor si quiere puedes limpiarme o a la hemorroisa que “se robó” la sanidad para su cuerpo, cuando a hurtadillas se introdujo por atrás entre la multitud y con fe tocó el manto de Jesús.
Pero ¿Qué diríamos de aquel momento cuando el Señor se negó a responder a una dolorosa petición de una mujer desesperada por su situación?
Como ocurría siempre, aquel día el Señor caminaba y la multitud de discípulos, simpatizantes y curiosos rodeaban al Señor haciendo imposible que alguien pudiera acercarse al maestro más de lo que aquellas personas estaban dispuestas a permitir.
Los primeros habían tomado la decisión de seguirle pese a la rabiosa persecución de los religiosos de turno, los segundos se sentían atraídos piadosamente por las características que aquel rabino poseía y desplegaba y los últimos querían estar seguros de quien era Jesús antes de dar un paso para seguirle o para condenarle.
Nadie quería ceder su lugar, nadie quería perder ningún detalle, pues cualquier gesto, palabra o actitud podía representar una nueva experiencia para los que ya se autonombraban “seguidores del maestro”
De repente se escuchó un grito que partía de la parte exterior del grupo que rodeaba al maestro y todos se detuvieron. Era una mujer que desde el fondo de su alma adolorida clamaba con desesperación suplicando un solo favor del Señor: “Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada por un demonio”
Pero aquella mujer ni siquiera era judía. Era una cananea, miembro de aquellos pueblos que poseían la tierra que Dios le entregó a Israel, descendientes de idólatras que adoraban dioses de piedra y que sacrificaban sus hijos en los altares que edificaban para rendirles culto.
Viéndola desde el punto de vista de los judíos era una mujer, despreciable por ser de raza cananea y no apta para recibir un favor de ningún miembro del pueblo de Israel.
Sin embargo el evangelista Mateo señala un detalle que Marcos omitió probablemente por olvido o porque no tenía la suficiente información al momento de escribir su evangelio.
Aquella mujer se dirigió al Señor y usó una frase que muchos en Israel entendían pero que nadie se atrevía a pronunciarla por temor a los ancianos pertenecientes a la religión farisea. Con la angustia reflejada en su rostro surcado por lágrimas de dolor e impotencia al ver su hija consumida por el dolor, lo llamó, “Señor hijo de david”
Ni el más osado de sus seguidores se había atrevido llamarlo bajo ese título, pues el temor a las represalias religiosas los hacía tener su boca cerrada, pese a que sus corazones se sentían cada vez más identificados con Jesús y con su mensaje.
El Señor la oyó y seguramente la miró de reojo, pero siguió de largo. “Es una cananea, el Señor la desprecia”, pensaron algunos y se sintieron respaldados en sus sentimientos egoístas.
Había sido rechazada, pero ella estaba dispuesta a realizar lo que fuera, con tal de ver a su hija sana.
Al no ser escuchada por el maestro, ella va a sus seguidores y ruega que intercedan por ella y es tal insistencia que llega a exasperar a los discípulos, que cansados de ese clamor prácticamente le exigen al maestro que por favor le haga el milagro a esa mujer para que ellos puedan tener tranquilidad.
Mateo relata este detalle y deja ver la forma en que aquellos discípulos le hicieron el pedido al Señor: “despídela pues da voces tras nosotros.” No necesitamos ampliar sobre esto porque muchas veces nos hemos exasperado ante la insistencia de personas que con justicia o sin ella nos reclaman algo que los favorezca.
El señor los oyó y respondió: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Y lo dijo con la fuerza suficiente para ser oído por la mujer.
Cuando ella escuchó, no se arredró sino que por el contrario “vino y se postró ante el diciendo, Señor socórreme”
El Señor rápidamente respondió de la forma más cortante y firme: “No está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”
La agresión no podía ser más clara. Los discípulos interiormente se regocijaban y quizá dijeron lo que nosotros hubiéramos dicho: “ahora se va a ir y nos va a dejar tranquilos”
Pero no fue así. Dice el relato bíblico que “ella dijo: Si Señor, pero aun los perillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.”
No estoy pidiendo el pan Señor, era lo que esta mujer le decía al Señor. Quiero solamente lo que tus discípulos desperdician, lo que ellos dejan caer al suelo de lo mucho que tú les das todos los días.
Las palabras de Jesús fueron duras para la mujer, pero la respuesta de esta mujer fue lo más profundo y real que hasta ese momento alguien hubiera dicho acerca de la conducta de los seguidores del maestro.
La respuesta del señor fue acceder a su pedido, su hija fue libre y los discípulos recibieron una lección que jamás olvidarían.
Pero no solamente los discípulos de aquel entonces; nosotros hoy también somos sus discípulos, o por lo menos eso decimos ser y sin embargo de la mesa en que el Señor nos está sirviendo sus bendiciones, no solamente migajas caen sino muchas veces trozos enormes de bendición las dejamos caer al suelo mientras afuera hay un mundo que padece de hambre espiritual.
Quizás mi aseveración suene a agresiva, propia de un ignorante o hasta carente de fundamentos para pronunciarla.
Pero contemplando una realidad, observamos con tristeza como muchos que se hacen llamar a si mismos creyentes en Jesús, desperdician el tiempo y las oportunidades en actividades que poco a nada tienen que ver con el ejercicio de la vida cristiana.
No me haga imaginar cosas –querido lector- ni ponga en mi boca actitudes que no quisiera mencionar, pero cuando dejamos la oración por mirar la televisión o por estar leyendo la última novela ¿no estamos tirando al piso la bendición del Señor?
¿O cuando dejamos de estar en un culto donde se va a adorar a Dios porque justo en ese horario, está el partido fútbol que quiero ver, o la pelea de boxeo que van a trasmitir, o el concierto musical mundano que quiero oír?
¿O que diríamos de aquel creyente que está obstinado por algo que sabe que es malo, que busca orientación de su pastor, pero después hace lo que siempre en tuvo en mente realizar?
¿Qué diríamos de aquel creyente, joven o viejo que se olvida de venir al templo por que le es más importante la reunión con sus amigos que venir a recibir el pan de la bendición? ¿O del hijo del pastor que está cansado de oír predicar a su padre porque detesta el mensaje del evangelio?’
Quizá esto te parezca demasiado duro o demasiado frontal, pero se hace necesario que tomemos una posición firme delante del señor, por más duro será cuando muchas “cananeas” se levanten y nos enrostren nuestras malas actitudes hacia el Señor.
Pienso que deberíamos usar más la balanza de la justicia de Dios y preguntarnos si vale la pena seguir llevando una vida tibia y conformista, cuando tenemos delante todo un banquete donde abunda el pan espiritual y con el que el Señor espera nutrirnos espiritualmente para convertirnos en instrumentos para su gloria.
Concluyo recordando el de esta nota para que pensemos y evaluemos nuestra condición delante de Dios para saber si somos sus discípulos, somos meramente simpatizantes o apenas somos curiosos, que estamos interesados por ver que hace Dios pero sin que tenga nada que ver con nuestras tibias vidas.
Que Dios te siga bendiciendo.
Ptor. Ismael E. Parrado P.
C.A.B.A. 11/01/2014

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