En Cristo no solo tienes esperanza para esta vida, sino que, gracias a su muerte y resurrección, tienes la esperanza de la vida eterna.
28 nov 2009
Luchando por la Verdad y la Identidad
Mi nombre es Walter David Miño, y hoy quiero compartir una historia de lucha, superación y fe, con la esperanza de que pueda inspirar a otros.
Es un relato lleno de desafíos, pero también de esperanza y reconciliación con mi identidad.
Nací el 29 de diciembre de 1978 en Sauce, Corrientes.
Mi madre, Itaty Leonor Moreyra, trabajaba como empleada doméstica en la estancia "La Florida", propiedad de mi abuelo paterno, Wenceslao Miño.
Fue allí donde conoció a mi padre, Luis Manuel Miño, quien en ese momento administraba la estancia.
Mi padre no tuvo una relación sentimental con mi madre. Más bien, como un hombre hacendado y con una posición acomodada, se aprovechó de su condición frente a una mujer humilde y sumisa como mi madre.
Aunque mi madre le notificó de mi nacimiento, él jamás mostró interés en asumir su responsabilidad como padre.
A los tres meses de vida, mi madre fue despedida de la estancia por orden de mi padre.
Así comenzó una vida marcada por el rechazo paterno y las privaciones económicas, pero también por la valentía de una madre que nunca dejó de luchar por mí.
“Jehová es padre de huérfanos y defensor de viudas” (Salmos 68:5).
Este versículo me recuerda que, aunque fui rechazado por mi padre terrenal, siempre tuve un Padre celestial que veló por mí.
Crecí enfrentando la indiferencia de mi padre, quien a pesar de encontrarnos en diversas ocasiones, nunca me reconoció.
Ya siendo mayor, le pedí repetidas veces que lo hiciera, pero siempre obtuve negativas.
Por un breve periodo, accedió a darme una pequeña ayuda económica y algo de carne de su carnicería, pero lo hizo de manera distante, sin establecer una verdadera relación de padre e hijo.
Ante su rechazo continuo y cansado de la humillación, decidí enfocarme en mis estudios y en salir adelante por mis propios medios.
Culminé mi educación secundaria y me enlisté en el Ejército Argentino, donde serví con dedicación durante dos años. Más tarde, me trasladé a la Capital Federal para trabajar como guardia de seguridad.
Sin embargo, la necesidad de reivindicar mi identidad me llevó a buscar justicia.
Aunque albergaba la esperanza de que mi padre me reconociera voluntariamente, esto nunca ocurrió.
Luego de muchos años de lucha emocional, decidí iniciar una acción judicial, convencido de que la verdad prevalecería.
Fueron ocho años de constantes desafíos, enfrentando obstáculos legales, falsos testimonios y postergaciones. Sin embargo, en 2007, la justicia habló.
Una prueba de ADN confirmó con un 99.99% de certeza que soy hijo de Luis Manuel Miño.
El Juzgado Civil de Curuzú Cuatiá, a cargo de la Dra. Manuela Itaty Silva, emitió la sentencia que reconoció legalmente lo que siempre supe en mi corazón.
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
Este versículo refleja el alivio que sentí al ver que la justicia finalmente reconocía mi identidad.
Quiero agradecer profundamente a quienes me acompañaron en este camino: a los abogados que defendieron mi causa con profesionalismo, a mi madre sustituta Ángela Meza, quien fue mi apoyo emocional y espiritual, y a todos los amigos y familiares que estuvieron a mi lado.
También agradezco a Dios, quien me dio la fortaleza para no rendirme.
Hoy, miro hacia el pasado sin rencor.
Entiendo que mi padre cometió errores, pero también sé que todos somos humanos y necesitamos de la gracia de Dios.
“Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32).
Comparto esta historia no para buscar compasión, sino para inspirar a otros.
Si estás luchando por tu identidad o enfrentando el rechazo, te animo a no rendirte.
La verdad y la fe son herramientas poderosas para superar cualquier obstáculo.
Aunque mi relación con mi padre estuvo marcada por el dolor, siempre recordaré que la sangre nos une.
La reconciliación es posible cuando somos capaces de reconocer nuestros errores y buscar un camino de entendimiento. “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:14).
Hoy, sigo adelante con un espíritu de lucha y superación, agradecido por las lecciones que la vida me ha dado.
En Jesús encontré esperanza y fuerza para seguir adelante, y mi deseo es que este testimonio toque corazones y anime a otros a no rendirse.
Un abrazo desde Capital Federal,
Walter David Miño
orgullosamente Sauceño.
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1 comentario:
lenta lagrimas mojan mis mejillas
en la oscura sonrisa de la tarde
llegaste justo a los umbrales
de mi soledad
mi vida se colmo de magnificas espigas
y mi piel casi deshabitada
sintio de pronto
como el viento encendia llamaradas
azules en el alma.
no habia indeferencia
en tu mirada
perforaban las esferas de los sueños
como testigo de mi desamparo.
la ilusion y la esperanza
abrienron nuevas luces en el universo
de la tierra
llenaste las raices de esperanza
llenaste mi raiz de mi alma
con un volver,y un asta
pronto,sola aqui!!
te digo te espero!!!
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